«Esto no es un mojito, así no lo preparan en Cuba», exclamó un cliente un tanto disgustado mientras se marchaba de la barra en donde me encontraba trabajando. También recuerdo que no me dió tiempo a preguntar nada. Sólo se marchó, pero generó en mi interior una sensación extraña de buscar conocimiento, que perduraría dentro mío muchos años, concretamente 8.
Comprendí como todos los sentidos pueden interactuar en post de la experiencia, pero sobre todo como se pueden complementar para suplir carencias momentáneas de alguno de ellos
El pacto
Las sensaciones
En cuanto a la elaboración del mojito, sirven el zumo primero, luego 3 cucharadas de azúcar blanco, agregan una ramita de hierbabuena y lo machacan todo con el mortero. Luego llenan el vaso hasta la mitad con agua con gas y remueven todo con la cucharilla hasta que el azúcar queda bien disuelto. A esto lo llaman achampañar, ya que el color que resulta de este proceso se asemeja al champagne. Por encima de esto agregan hielo y ron Havana 3, mucho ron, otra ramita de hierbabuena a modo de decoración, pajita y a disfrutar. Debido a que el ron es lo último que sirven, el primer sorbo es bastante alcohólico, y si a ello sumamos que tampoco lo remueven con la cucharilla una vez finalizado para enfriar y diluir, los primeros sorbos son potentes y templados, pero una vez que comenzamos a enfriar y diluir, el resultado es otro.
En uno de mis libros favoritos: “ Taste what you are missing “. The passionate eater´s guide to why food tastes good de Barb Stuckey, hacen un cuidado análisis sobre los 5 sentidos en pos de mejorar o arruinar la experiencia gastronómica, y durante mi estancia en La Bodeguita del Medio, experimenté una masterclass sobre el tema.
Los 5 sentidos
El olfato sonreía con cada molécula aromática de hierbabuena que se introducía por mi nariz y se mezclaba con un olor viejuno a madera que provenía de todo el local.
La vista estaba encandilada con la belleza del entorno. Los cantineros con sus camisas blancas, la gente bailando, la mise en place conformada por una enorme cantidad de mojitos apilados en la esquina de la barra esperando a ser vendidos.
El tacto recorría la barra de madera, los escasos taburetes, la temperatura del vaso era recolectada por la yema de mis dedos, y mis labios sentían la textura de aquel puro que encendí para inmortalizar el momento, incluso después de no fumar desde hacia más de 10 años.
El gusto percibía la potencia del ron, excesiva por la falta de dilución del cocktail, el cual se entregaba al cliente prácticamente sin remover, lo cual también afectaba a su temperatura que por consiguiente, no era la mas idónea.
Mi oído captaba las notas que emanaban de la banda que tocaba junto a mi hombro. Mi sangre bailaba y me sentía ahogado de emoción y en ese momento no importaba si el mojito estaba perfecto. La situación me llenaba y no podía parar de sonreír. Por fin había entendido lo que aquel hombre me había querido decir 8 años antes, pero a mi manera, efectivamente. Mi mojito no tenía nada que ver con un mojito hecho en Cuba
Los 5 sentidos estaban activados, extremadamente sensibles, dispuestos a brindarme una de las experiencias sensoriales mas completas y conmovedores que jamas viví.